"Nuestros encuentros más apasionados eran al despertar, durante las mañanitas de mantequilla y mermelada. Ella quería desayunar al sol y yo a la sombra: unos veinte mil besos en cada una de nuestras rendiciones."
Los labios y la lengua poseen una importancia suprema en la actividad sexual. Estas dos zonas erógenas están repletas de terminaciones nerviosas, hecho que convierte a la boca en una de las partes más sensibles de todo nuestro cuerpo, capaz de perturbar a las almas más sosegadas. Con los besos no sólo proporcionamos placer a nuestra amante; nuestro propio cuerpo, además, se estimula y anuncia que quiere más. Sus exigencias se traducen en forma de calor, de temblor y tensión en los músculos pero, sobre todo, a través de la excitación y del deseo, con avalanchas de deseo.
Existen incalculables maneras de besar. En numerosos manuales sobre sexo se clasifican los besos dependiendo del papel que desempeñan los labios superior e inferior, la lengua y los dientes. Además, a la hora de catalogar el beso en cuestión, también se tiene en cuenta el movimiento y la presión que ejercen estas distintas partes de la boca. Pero, si lo pensamos bien, si recordamos cada uno de nuestros besos, nos daremos cuenta de que resulta imposible clasificar los besos en categorías cerradas.
Indudablemente, existen besos apasionados, otros más suaves, algunos que se apoderan (literalmente) de la bocade la amante, con lengua o sin lengua, juguetones, acompañados de mordiscos: la variedad es infinita. Pero los besos nunca dejan de ser intuitivos, por mucho que besemos una y otra vez. No tienen un comienzo ni un desarrollo prefijado. Del mismo modo, no siempre besamos igual a todas las personas. Dos mujeres, dispuestas por primera vez a fundir sus bocas en una, son siempre, ambas, inexpertas en el arte de besar a la mujer con la que se encuentran frente a frente, boca a boca.
No hay una forma perfecta o adecuada de besar. Son muchas las formas de hacerlo y muchos los lugares del cuerpo a los que otorgar besos, además de la boca. La estimulación con los labios y la lengua del resto del cuerpo puede provocarnos placeres que nos hagan enloquecer de manera sobrecogedora. Los besos no simbolizan únicamente deseo. También los damos y recibimos como señal de afecto y amor. Cuando besamos a nuestra amante, a aquella con la que no sólo compartimos la cama sino que también es amada bajo la piel, los besos toman un sentido distinto. Con ello, cuidamos y reforzamos sentimientos y mantenemos despierta la pasión. Todo encuentro debería terminar con otro beso.
Anterior | Siguiente
Fuente: Tu dedo Corazón