Juguetes Sexuales

     Hay mujeres a las que les gusta introducir accesorios o juguetes a la hora de mantener relaciones sexuales y/o también hacer uso de ellos en privado al masturbarse. Algunas lo hacen de manera esporádica y otras de forma más permanente durante sus encuentros sexuales. En la actualidad, existe una amplia gama de accesorios: vibradores, huevos vibradores, bolas chinas, bolas tailandesas, arneses con vibradores o dildos, dildos para una sola mujer o para compartir entre dos al mismo tiempo, etc. Los hay de distintos tamaños y de formas y colores muy diversos. También, con un poco de imaginación, cualquier cosa que queramos puede servir, relativamente, a nuestro propósito, como algunos alimentos: plátano, pepino o calabacín, entre otros.

     También existen otro tipo de juguetes sexuales diseñados para limitar los movimientos o la visión de la amante, como esposas, cuerdas, arneses o vendas, que se colocan sobre los ojos y también se pueden improvisar con su fabricación casera. Hacer uso de estos juguetes sexuales puede aportar experiencias y sensaciones de placer hasta el momento desconocidas, creando así nuevos encuentros eróticos.

Aquel dildo, que ella manejaba imparable, erizó mi piel entera, endureció mis manos, que comenzaron a arañar su espalda, y encontró mi sexo, que empapado le esperaba.

     Es importante mantener la higiene de los juguetes sexuales, ya que pueden transmitir ITS (infecciones de transmisión sexual). Después de cada utilización, y antes de comenzar una nueva batalla sexual, hará falta dedicar un tiempo a la cuidadosa cura de nuestros accesorios.


     Para empezar, se deben lavar con agua caliente y con abundante jabón. Si se trata de un vibrador, se debe tener especial cuidado de que las partes eléctricas no entren en contacto con el agua. Es necesario secar bien estos accesorios antes de volver a guardarlos. Asimismo, antes de abandonarlos —esperando con ansia la próxima actividad sexual—, hay que asegurarse de que se encuentran en perfecto estado, sin arañazos, partes dañadas o afectadas. La utilización de estos juguetes, de forma aislada o en compañía, no es algo novedoso ni exclusivo de la pornografía. Se sabe que ya se fabricaban en la antigua Grecia y en Roma con distintos materiales y con el mismo objetivo: experimentar nuevas formas de placer sexual.



     Algunas personas tienen prejuicios a la hora de utilizar estos juguetes o hacia quienes los utilizan debido a que los consideran sustitutos del pene. Estas ideas descansan bajo el esquema que preserva la heterosexualidad obligatoria, otorgando al pene un papel central y dominante en las relaciones sexuales. Si explicamos la práctica sexual con dildos como un deseo de sustitución del pene, estaremos cayendo en peligrosos errores conceptuales.

     Al conferir al pene un papel central en las relaciones sexuales, estaríamos afirmando, incluso nosotras mismas, que es necesaria su presencia para que una relación sexual pueda considerarse plena. Debemos tener en cuenta que la sexualidad ha sido socialmente definida de forma diferente para hombres y mujeres. Esta desigualdad ha favorecido a los varones, que han podido vivenciar una sexualidad con privilegios: mayor libertad, poder, autonomía y capacidad de decisión. Este hecho ha desencadenado que el pene adquiera un valor simbólico como órgano sexual supremo y necesario. Pero no debemos olvidar que este supuesto valor proviene de las desigualdades entre hombres y mujeres que tanto daño están haciendo a nuestra sociedad.

     Por supuesto, la penetración vaginal con el pene provoca placer. Esto es evidente, ya que la vagina es una de las zonas erógenas del cuerpo de la mujer. Pero no ofrece mayor placer del que pueden procurar, por ejemplo, los dedos, o un dildo. Esto se debe a que disfrutamos debido a las fricciones y a los movimientos realizados en el interior de nuestra vagina, sin que importe la parte del cuerpo u objeto que los esté procurando. En esta línea, al situar el dildo como sustituto del pene también estaríamos afirmando que el placer que experimentamos cuando se estimula la vagina se consigue únicamente a través de un pene debido a su longitud y a sus características.

     Al afirmar este hecho nos olvidamos de que es el primer tercio de la vagina —el que se encuentra cercano a la abertura vaginal— el área donde se concentran las terminaciones nerviosas que hacen que sea sensible a la estimulación. Por este motivo, un pene no sería necesario para proporcionar placer, sino cualquier parte del cuerpo u objeto que midiese lo que mide el primer tercio de la vagina (una media de 3-4 cm.). Igualmente, determinados dildos y zonas del cuerpo tienen mayor capacidad de movimiento que el pene, siendo más sencillo buscar y encontrar, a través de ellas, las formas de estimulación con las que la vagina obtiene mayor placer.

     ¿Por qué darle entonces mayor importancia al pene? ¿Por qué explicar el placer que distintas partes del cuerpo u objetos le procuran a la vagina como un intento de sustitución del pene? ¿No dan otras partes del cuerpo el mismo o mayor placer que el que ofrece el pene? ¿No tienen otras partes del cuerpo mayor movilidad? Reconociendo las respuestas a todas estas cuestiones, la pregunta obligatoria sería: ¿por qué no dejar de una vez por todas de magnificar/mitificar el pene?

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Fuente: Tu dedo Corazón