Lenguaje Corporal

     Envueltas en los territorios amatorios y sucumbiendo al poder que estos ejercen, nuestras pieles y corazones nos empujan a expresarnos de infinidad de maneras, anhelando desatar todo lo que nos recorre por dentro. Nuestros cuerpos se desnudan y desanudan, se entrelazan y enredan. Se convulsionan y nos deshidratan. Y, entonces, para reponernos de tanta humedad perdida, bebemos una vez más de los bálsamos que ella guarda entre sus rincones. Y todo comienza de nuevo. En el transcurso de estos estados y estaciones eróticas nos entregamos también mediante signos y señales que nuestros cuerpos, fieles intérpretes de nuestras emociones, lanzan a aquella que yace entre nuestros brazos.


     Estos signos y señales no necesitan adquirir forma verbal y, a veces, ni siquiera pueden describirse o explicarse. Son las miradas, las sonrisas, determinados gestos y son imprescindibles para comunicarnos en nuestros espacios amatorios. Lo que llevamos bajo la piel a veces sale sin que queramos o sin que nos demos cuenta. Otras veces, lo dirigimos a nuestro antojo a fin de expresar deseos y sentimientos. Forma parte de todo el entramado amatorio físico y emocional. Y hace que los encuentros adquieran significados particulares, significados inconfundibles, significados privados. Miradas fugaces, cómplices, sonrisas que contagian sonrisas, suspiros soltados al aire, leves rozamientos de los cuerpos… Todos llevan escondidos mensajes que esperan respuesta, que construyen alianzas silenciosas que no necesitan ser nombradas para existir.

Tan sólo rozó con su mano suavemente mi muslo y de inmediato supe que la tempestad se desataría. Como bestias que ansiaban amamantarse, nos apoderamos salvajes la una de la otra, devorando a cada paso la carne que caliente se contraía.


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Fuente: Tu dedo Corazón