Zonas Erógenas

     Todas tenemos nuestra propia historia en el aprendizaje sexual y distintas preferencias por zonas y lugares de estimulación que nos hacen disfrutar más. Los encuentros sexuales pueden convertirse en una aventura fascinante a la búsqueda del roce que le produzca mayor placer a nuestra pareja y consiga dejarla sin aliento. En esta expedición contamos con la ayuda de determinadas partes de nuestro cuerpo en las que se concentran un mayor número de terminaciones nerviosas, por lo que son muy sensibles al tacto. Son los puntos cardinales del mapa erótico de cada cuerpo. Así, estas zonas serán nuestra guía en la placentera ruta de nuestras de sensaciones.

Los días de tormenta corríamos a casa para no mojarnos. Pero una vez allí, buceábamos bajo las sabanas entre los fluidos que desprendían nuestros cuerpos. Empapada, recorría sin prisa todos sus contornos y después, exhausta, me quedaba dormida en su regazo. Fue así como esas tardes de lluvia conocí el paraíso de las siestas. Las siestas en el paraíso.

     Sin duda, la piel es la más extensa de las zonas erógenas, cargada de gran cantidad de terminaciones nerviosas. Tocarla y acariciarla, ya desde la infancia, ha supuesto un acto de gratificación y de comunicación. Hay muchas formas de tocar a nuestra amante que diferirán según lo que queramos comunicar y conseguir. Podemos estimular eróticamente a través del tacto con besos, caricias, pequeños roces, mordiscos apasionados, lamiendo y relamiendo... Según la intención con la que tocamos a nuestra pareja sexual (y también en función de la forma y del contexto en el que lo hagamos), nuestra estimulación podrá provocarle relajación, activación, excitación, cosquillas o, en el peor de los casos, rechazo.

     Nuestro principal órgano erótico es el cerebro, ya que cualquier estimulación de la piel se envía desde sus terminaciones nerviosas hasta el encéfalo. Desde ahí, la señal se remite a los centros nerviosos sexuales, en la médula espinal, traducida como información placentera.

Los órganos genitales: son unas de las zonas erógenas más conocidas de nuestro cuerpo, donde se concentran un gran número de terminaciones nerviosas. Las partes más sensibles de esta zona son el clítoris, el ano, el primer tercio de la vagina y el perineo.
El perineo: se encuentra cercano al clítoris y es una zona erógena de gran sensibilidad que, en muchas ocasiones, pasa desapercibida. Está ubicado en la zona que se encuentra entre el ano y la vagina, y su estimulación manual u oral también provoca suma excitación. Pero los genitales no son los únicos órganos susceptibles de provocarnos placer sexual. Y aunque a veces nos centramos directamente en ellos durante nuestros encuentros, hay muchas otras partes de nuestro cuerpo sumamente excitables y capaces de proporcionarnos sensaciones inigualables que no merecen quedar olvidadas.

     Comenzaremos a señalar estas zonas erógenas, a veces descuidadas, recorriendo el cuerpo de abajo a arriba. Esto no significa que tengamos que seguir este orden al estimular a nuestra compañera. El recorrido no debe ser un acto estructurado sino algo natural, dirigido por el momento y las propias amantes.


     Masajear los pies y los tobillos puede procurar relajación después de un día repleto de actividad. Pero su estimulación también puede provocar sensaciones de excitación sexual, siempre dependiendo de cómo se toquen y del contexto en el que se haga. Es recomendable realizar las caricias con bastante presión, ya que un roce suave puede provocar cosquillas en esta zona tan sensible al tacto.


En las piernas encontramos dos lugares especialmente sensibles, los muslos y las corvas.


     Recorrer la parte exterior e interior de los muslos es un buen comienzo para excitarnos y más aún si desde el interior de los muslos nos vamos acercando lentamente a la zona de la vagina. Allí se e n c u e n t r a n las ingles, también extremadamente sensibles. Es aconsejable realizar los contactos con estas zonas mediante roces suaves usando las manos, los labios y la lengua, evitando los mordiscos.


Los glúteos:poseen gran cantidad de terminaciones nerviosas. Su estimulación puede realizarse de tantas formas como las propias amantes elijan. Los acercamientos al ano pueden intensificar las sensaciones de placer.
La cintura y el abdomen: pueden ser una zona donde juguetear eventualmente. Una de las formas más conveniente de estimularla es mediante toques suaves y pausados con la lengua y los labios.


     Recorrer la espalda desde su comienzo en la nuca hasta el final, donde empiezan los glúteos, es garantía de enormes estremecimientos de placer. Es recomendable procurarle a esta zona movimientos suaves, lamiéndola con la lengua y/o acariciándola con la yema de los dedos, o incluso con la mano entera.


Las manos y las muñecas: también están cargadas de terminaciones nerviosas. Podemos experimentar un gran placer cuando nos estimulan las comisuras de los dedos, bien con la yema de los dedos o bien con la lengua. También al lamer los dedos, la parte interior de las muñecas o al introducir un dedo en la boca. El frotamiento con mayor presión de la palma de las manos también resulta muy estimulante.
Los pechos: son muy sensibles. Cuando nos excitamos aumentan de tamaño, su piel se eriza y los pezones comienzan a endurecerse.
Los pezones: son extremadamente sensitivos. Su estimulación puede hacerse lentamente o con un ritmo más acelerado, según las apetencias sexuales del momento.


     Al llegar a la cara, se unen los sentidos del tacto y la vista. El juego de miradas puede intensificar las sensaciones percibidas. La boca, uno de los centros claves del placer, puede estimularse con la otra boca, con los dedos y con cualquier otra parte del cuerpo que ambas deseen. El cuello, por su parte, también es una zona de gran sensibilidad a la que podemos acercarnos de muchas maneras: con las manos, a través de caricias y roces, o con la boca y con la lengua, a través de mordiscos y besos.


     Acercándonos a las orejas, el sentido del oído entrará también a formar parte del encuentro a través de los susurros y, por supuesto, de los gemidos. Esta zona es muy sensible al tacto y su estimulación puede procurarse tanto con las manos como con la lengua.

Dirigirme a cada una de sus partes hasta descubrirlas todas. Recorrer cada poro hasta convertir su piel en piel de dos. Repasar los senderos de su cuerpo hasta conocerlos de memoria. Refugiar mi carne en su carne hasta saciar nuestro apetito. Juntar nuestros instintos hasta engañar a la cordura. El sentido de tantas y tantas noches.

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Fuente: Tu dedo Corazón