Cada uno de estos puntos adquiere un lugar y valor únicos. El orden en el que mostramos las diferentes prácticas sexuales es anárquico, ya que ninguna de ellas posee mayor importancia sobre las otras. No le damos un papel central a los genitales, ya que no es la única zona sexual del cuerpo, ni la que nos proporciona siempre un mayor placer. No hablamos de preliminares, porque no existen: de principio a fin, todo forma parte de lo mismo, desde las primeras miradas hasta las últimas gotas de sudor. La vagina es la zona del cuerpo de la mujer que ha sido considerada a lo largo del tiempo como más capacitada para producir placer sexual. Este mito se ha ido reforzando día a día a través de la educación, de las relaciones sociales y de los medios de comunicación. Tenemos que destacar que la consideración del coito como la práctica sexual preferente, adecuada y más satisfactoria se ha mantenido socialmente a través de la imposición de la heterosexualidad como modelo sexual.
Este mito ha provocado numerosas y perniciosas creencias en torno a nuestra sexualidad: la idea de que la penetración vaginal es necesaria para que la práctica sexual pueda considerarse completa, o de que los mejores orgasmos se consiguen a través de la penetración vaginal, y la vinculación de sexualidad y reproducción, estableciendo la descendencia como finalidad principal del sexo. Afortunadamente, la creencia de que el propósito trascendental de la práctica sexual es la procreación ha ido quedando atrás, y nuestra sexualidad ha comenzado gradualmente a tratarse y a experimentarse desde nuestras propias necesidades y puntos de vista, en su sentido más amplio, e incluso desde la reivindicación política como forma de identidad. De la misma manera, ahora sabemos que el órgano que interviene en la producción de nuestros orgasmos es el clítoris y no la vagina, y que las relaciones sexuales pueden mantenerse de muchas maneras sin que obligatoriamente se produzca la penetración vaginal. Para ello, hemos tenido que desenmascarar las motivaciones masculinistas encubiertas bajo las imposiciones sociales sobre la sexualidad femenina y buscar todas las formas en las que nuestro cuerpo y nuestra mente son capaces de experimentar placer a través del sexo.
No obstante, el peso de estas creencias y la herencia que han dejado en muchos sectores de la población han contribuido a prestar una atención excesiva y, a veces única, a la vagina como nuestro órgano sexual por excelencia. Para nosotras supone una exigencia mantener una actitud reflexiva y crítica sobre lo que supone nuestra experiencia y nuestra identidad sexual, tanto de manera individual como colectiva. No podemos olvidarnos de algo que descubrimos en el preciso instante en el que comenzamos a desear a otra mujer: no todo lo que nos han contado es verdad. El material de sexualidad lesbiana que aquí mostramos no pretende ser un manual de posturas cerrado e inflexible. Todo lo contrario; su objetivo es orientarnos y darnos algunas claves y sugerencias para que seamos amantes creativas, dispuestas a dar rienda suelta a nuestra imaginación y con ella a nuestra sexualidad. Y siempre de la manera que nosotras mismas elijamos. Porque es importante que reconozcamos que la sexualidad no es igual para todas nosotras ni en su concepto ni en su práctica. Lo que para unas puede ser una práctica satisfactoria, para otras puede resultar poco estimulante, incluso desagradable, o algo a lo que acercarse con la práctica y el tiempo. No somos iguales, ni a todas nos gusta lo mismo. Por ello, no siempre tenemos las mismas apetencias sexuales. Puede que en un momento determinado prefiramos desplegar nuestra sexualidad de una manera determinada y que con el paso del tiempo ésta evolucione, o que optemos por unas prácticas sexuales en un momento específico de la vida y no en otro, o con unas personas y no con otras. O, incluso, puede que una práctica sexual nos produzca placer de una forma y que con el tiempo lo consigamos realizándola de manera distinta.
Del mismo modo que todas y cada una somos cambiantes, flexibles, diferentes y únicas, hay múltiples formas de mantener relaciones sexuales plenas y satisfactorias, por lo que no podemos encasillarnos en ninguna concreta. El cambio y la imaginación son imprescindibles en nuestras vidas y en todo lo que engloba nuestra experiencia sexual. Intentaremos abarcar todos sus elementos fundamentales. Por supuesto, es imposible contemplar todas sus posibilidades, ya que no se pueden establecer límites para algo tan amplio, subjetivo y cambiante como son nuestras prácticas y deseos sexuales. En esta parte veremos, principalmente, cómo responde nuestro cuerpo ante la excitación sexual y las formas de estimularlo, ya sea a nosotras mismas o a nuestra pareja. También indicamos algunas claves para disfrutar de una vida sexual placentera y confiada, así como las prácticas sexuales más comunes en las relaciones lesbianas.
Cada uno de estos puntos adquiere un lugar y valor únicos. El orden en el que mostramos las diferentes prácticas sexuales es anárquico, ya que ninguna de ellas posee mayor importancia sobre las otras. No le damos un papel central a los genitales, ya que no es la única zona sexual del cuerpo, ni la que nos proporciona siempre un mayor placer. No hablamos de preliminares, porque no existen: de principio a fin, todo forma parte de lo mismo, desde las primeras miradas hasta las últimas gotas de sudor. La vagina es la zona del cuerpo de la mujer que ha sido considerada a lo largo del tiempo como más capacitada para producir placer sexual. Este mito se ha ido reforzando día a día a través de la educación, de las relaciones sociales y de los medios de comunicación. Tenemos que destacar que la consideración del coito como la práctica sexual preferente, adecuada y más satisfactoria se ha mantenido socialmente a través de la imposición de la heterosexualidad como modelo sexual. Este mito ha provocado numerosas y perniciosas creencias en torno a nuestra sexualidad: la idea de que la penetración vaginal es necesaria para que la práctica sexual pueda considerarse completa, o de que los mejores orgasmos se consiguen a través de la penetración vaginal, y la vinculación de sexualidad y reproducción, estableciendo la descendencia como finalidad principal del sexo.
Afortunadamente, la creencia de que el propósito trascendental de la práctica sexual es la procreación ha ido quedando atrás, y nuestra sexualidad ha comenzado gradualmente a tratarse y a experimentarse desde nuestras propias necesidades y puntos de vista, en su sentido más amplio, e incluso desde la reivindicación política como forma de identidad. De la misma manera, ahora sabemos que el órgano que interviene en la producción de nuestros orgasmos es el clítoris y no la vagina, y que las relaciones sexuales pueden mantenerse de muchas maneras sin que obligatoriamente se produzca la penetración vaginal. Para ello, hemos tenido que desenmascarar las motivaciones masculinistas encubiertas bajo las imposiciones sociales sobre la sexualidad femenina y buscar todas las formas en las que nuestro cuerpo y nuestra mente son capaces de experimentar placer a través del sexo. No obstante, el peso de estas creencias y la herencia que han dejado en muchos sectores de la población han contribuido a prestar una atención excesiva y, a veces única, a la vagina como nuestro órgano sexual por excelencia. Para nosotras supone una exigencia mantener una actitud reflexiva y crítica sobre lo que supone nuestra experiencia y nuestra identidad sexual, tanto de manera individual como colectiva. No podemos olvidarnos de algo que descubrimos en el preciso instante en el que comenzamos a desear a otra mujer: no todo lo que nos han contado es verdad.
El material de sexualidad lesbiana que aquí mostramos no pretende ser un manual de posturas cerrado e inflexible. Todo lo contrario; su objetivo es orientarnos y darnos algunas claves y sugerencias para que seamos amantes creativas, dispuestas a dar rienda suelta a nuestra imaginación y con ella a nuestra sexualidad. Y siempre de la manera que nosotras mismas elijamos. Porque es importante que reconozcamos que la sexualidad no es igual para todas nosotras ni en su concepto ni en su práctica. Lo que para unas puede ser una práctica satisfactoria, para otras puede resultar poco estimulante, incluso desagradable, o algo a lo que acercarse con la práctica y el tiempo. No somos iguales, ni a todas nos gusta lo mismo. Por ello, no siempre tenemos las mismas apetencias sexuales. Puede que en un momento determinado prefiramos desplegar nuestra sexualidad de una manera determinada y que con el paso del tiempo ésta evolucione, o que optemos por unas prácticas sexuales en un momento específico de la vida y no en otro, o con unas personas y no con otras. O, incluso, puede que una práctica sexual nos produzca placer de una forma y que con el tiempo lo consigamos realizándola de manera distinta. Del mismo modo que todas y cada una somos cambiantes, flexibles, diferentes y únicas, hay múltiples formas de mantener relaciones sexuales plenas y satisfactorias, por lo que no podemos encasillarnos en ninguna concreta. El cambio y la imaginación son imprescindibles en nuestras vidas y en todo lo que engloba nuestra experiencia sexual.
♦ Respuesta Sexual
♦ Masturbación
♦ Beso
♦ Tribadismo
♦ Estimulación Manual del Clítoris
♦ Estimulación de ambos Clítoris
♦ Cunnilingus o Sexo Oral
♦ 69 (Sesenta y Nueve)
♦ Lenguaje Corporal
♦ El Contexto y los Lugares
♦ Juegos Con Comida
♦ Zonas Erógenas
♦ Estimulación Anal
♦ Juguetes Sexuales
♦ Estimulación Vaginal
♦ Tríos y Sexo en Grupo
♦ Voyeurismo con Ella
♦ Masaje Erótico
Anterior | Siguiente
Fuente: Tu dedo Corazón